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Proyecto Arqueológico La Trinidad

E. Exposición sobre los resultados del „Proyecto Arqueológico La Trinidad“

1) Rasgos arquitectónicos

Obviamente no hubo una arquitectura monumental en El Tamarindo. Por la gran cantidad de piedras en lo alto de los calpules (montículos) pensábamos que puede tratarse de vestígios (p.e. muros) de un antiguo asentamiento. Durante las excavaciones fue evidente que éstas piedras mayormente funcionaron como recubrimiento de sepulturas importantes.

Posibles muros de piedra fueron encontrados en los estratos inferiores de dos unidades de excavación (ver p.e. Fig. 3) y en la perifería del sitio, como en la cercanía del rio (ver Foto 2) ó en las faldas de una colina, que se encuentra al oeste del sitio. Los muros pertenecen a estructuras circulares con un ancho de 0,4-1,0 m. Para su construcción se utilizaron piedras medianas y grandes. Parece que se trataba de ambientes amplios con un díametro entre 3-6 m.

Asociados a éstos recintos se encontraron un posible depósito de piedra (D = 0,5-0,6 m)(S 2 – U 4 – N 3), la base de un fogón (S 1 – U 1 – Perfil Oeste), material lítico y restos orgánicos de mamíferos y otros animales (peces, cangrejos y moluscos).
Otras estructuras fueron construidas con cañas y barro (bahareque). Restos de sus paredes delgadas (ca. 5-10 cm de ancho) fueron encontradas en las unidades 1, 2 y 4. El barro, muchas veces enrojecido, muestra improntas de cañas y en algunos casos un enlucido fino.

Los rasgos arquitéctónicos fueron disturbados por la reutilización del terreno como cementerio. Por la inmensa estratigrafía se calcula que fue utilizado durante varios siglos.

2) Prácticas funerarias

Durante nuestras excavaciones fueron localizados hasta 17 entierros, mayormente en las Unidades 1 (6 entierros), 2 (4 entierros) y 4 (6 entierros), mientras en la Unidad 3 se encontró una sola tumba, sin embargo muy elaborada. La gran cantidad de contextos funerarios en pozos de sondeo relativamente pequeños (3x 3 m) y la inmensa estratigrafía encontrada (hasta una profundidad de más de 3,4 m), demuestra la densa ocupación de todo este cementerio, que cubre un área de más de 6 hectáreas. Tres de los entierros encontrados fueron disturbados por contextos funerarios más recientes (ver Foto 8).

Las tumbas del Sector 1 (área plana) y del Sector 2 (terreno con montículos) se distinguen por sus diferentes prácticas funerarias. Mientras en el Sector 1 se encontraron urnas funerarias y entierros en fosas simples, en el Sector 2 se hallaron tumbas más elaboradas, que destacan por sus „techos“ de piedras grandes.

A continuación presentamos unos ejemplos de las diferentes prácticas funerarias:

a) Sector 1

Entierros simples

En la Unidad 1 encontramos 5 entierros simples depositados en fosas de forma ovalada. Todas las tumbas se hallaron a una profundidad de 1,0-1,4 m. Los esqueletos se encontraron en mal estado de conservación, tanto que a veces quedaron solamente fragmentos de algunos huesos. No se ha detectado una orientación preferida de los difuntos. Entre una y tres vasijas y objetos de piedra (p.e. una figurina – ver Fig. 14) sirvieron como ofrendas. Un entierro se encontró disturbado por otra fosa excavada posteriormente.

Entierros asociados con una piedra grande

En la Unidad 2 se encontraron dos contextos funerarios en asociación con piedras grandes.
En el perfil oeste un esqueleto y dos vasijas pequeñas fueron depositadas al lado de una piedra grande (Foto 7). Pudimos localizar solamente el cráneo y unas vertebras del difunto, ya que el resto del esqueleto se encontró debajo del perfil (oeste). La orientación del esqueleto fue del este (cabeza) al oeste (pies). Los dos pequeños ceramios estaban pegados a la piedra. Se trata de una ollita de color rojo (con asas pequeñas y una aplicación en forma zoomorfa) y un ceramio en forma de zapato (color negro y con una cara estilizada en la parte delantera)(ver Fig. 11-12).

En el perfil este huesos de las piernas y pies de un personaje se encontraron debajo de una piedra grande. La orientación del esqueleto es del mismo patrón como en el caso anterior (este – cabeza y oeste – pies). No hemos investigado más el caso, puesto que el entierro estuvo metido en el perfil. Se supone que las ofrendas (ceramios ?) se encontraron también cerca del cráneo del difunto.
Los dos entierros, asociados con piedras grandes, fueron ubicados a una profundidad mayor que los entierros simples (1,9-2,0 m).

Urnas funerarias

En los perfiles del lado sur de las Unidades 1 y 2 se encontraron urnas funerarias, asociados a otros ceramios cercanos.
La primera urna hallamos en la capa 3 del perfil sur de la Unidad 1 a una profundidad de 0,6-1,2 m de la superficie actual (Fig. 4). Se trata de una urna de color rojo cubierta de otra urna similar. Las dos vasijas tenían un diámetro y una altura máxima de 35 cm. Cada una tuvo 3 soportes como base del ceramio. Dentro de la urna inferior encontramos el cráneo de un adolescente (Foto 4) y restos de huesos quemados. Como ofrendas simples fueron depositados dos orejeras de cerámica. Al lado oeste de las urnas se halló un cuenco tripode (Fig. 4).

La otra urna hallamos en el perfil sur de la Unidad 2 a una profundidad de 1,0-1,6 m de la superficie actual. Ésta gran vasija de forma ovalada y color gris (diámetro máximo de 65 cm y una altura máxima de 55 cm), tapada con grandes fragmentos de cerámica, contenía la parte trasera de un cráneo y otros huesos quemados de un personaje adulto. Entre los huesos se encontraron más de 300 cuentas de collares (de diferentes materias primas, p.e. cerámica, moluscos y material óseo), mientras 3 vasijas fueron depositadas encima del material óseo (Foto 5). Dos de las vasijas muestran pinturas (una jarra del estilo Papagayo Polícromo [Fig. 5] y un cuenco tricromo [Fig.6] con decoración geométrica, probablemente del estilo Vallejo Polícromo, Variedad Lazo), mientras el tercer ceramio, una pequeña ollita de color negro, muestra algunas bandas aplicadas. Es de suponer, que la persona enterrada pertenecía a un estrato mayor de la sociedad.

Destaca el hallazgo de un lugar de cremación a una distancia de 1,5-2 m de la urna funeraria. Dentro de la gruesa capa de ceniza (Nivel 11) encontramos la mayor cantidad de huesos humanos quemados, las cuales pertenecían a varios personajes. Parece que los pobladores del lugar, después de quemar los muertos, recogieron solamente pequeños fragmentos de huesos, los que pudieron meter con facilidad en la base de las urnas funerarias. Como observamos en el caso del adolescente (Foto 3), a veces trataban de guardar el cráneo entero dentro de las urnas, encima de los huesos quemados. Dentro del montón de ceniza y huesos hallamos moluscos marinos y terrestres, las cuales en el Sector 2 siempre aparecían en asociación con contextos funerarios.

b) Sector 2

Tumbas con „techo“ de piedras

Todas las tumbas encontradas en las Unidades 3 (1 entierro) y 4 (6 entierros) tenían un „techo“ de piedras. Probablemente se trata de un rasgo típico de contextos funerarios, que se encuentran en los calpules (túmulos de piedra).

Las tumbas se ubican a una profundidad de 1,7-3,0 m. En la Fig. 13 se puede observar un ejemplo típico de un calpul con 3 entierros superpuestos. La capa superficial del montículo muestra una gran cantidad de piedras (en este caso disturbados por las actividades agrícolas), asi como bastante material cultural, como p.e. fragmentos de cerámica, tierra quemada y restos orgánicos. Obviamente la basura y la concentración de piedras servían como „sello“ ó recubrimiento de los contextos funerarios. Algo similar sucedió con la segunda capa, la cuál contiene una mayor cantidad de caracoles terrestres (Familia: Spiraxidae), probablemente diseminados a propósito para indicar el lugar del enterramiento.

Las tumbas, que se encuentran debajo de estas capas, presentan hileras de piedras grandes y medianas, que sirvieron como „techo“ del entierro. Un buen ejemplo es la única tumba de la Unidad 3. Dos filas de piedras grandes (hasta un metro de altura)(Fig. 7 y Foto 6), algunas de éstas trabajadas, se encontraron cubriendo la fosa con el esqueleto (Fig. 8). Encima de las piedras hallamos la mitad de una porra (Fig. 7 + 10), mientras dos vasijas bién púlidas se encontraron hacia el lado sur de la tumba. La vasija escultórica que acompañó el difunto (Fig. 9) hace resaltar el alto estatus de la persona enterrada (guerrero ?).

Dentro de las otras tumbas con „techo“ de piedras se encontraron una ó dos vasijas de cerámica a la altura de las piernas del personaje enterrado. Además de las vasijas, se hallaron orejeras de cerámica, cuentas de collar y moluscos marinos dentro de los contextos funerarios. Un hallazgo notable salió de la tumba de la capa ? (ver Fig. 13 y Foto 9): Un bivalvo marino de la especie Cyclinella saccata con dos orifícios circulares, cubrió la pelvis del personaje. Otros moluscos asociados a entierros pertenecían a bivalvos marinos de las especies Macoma grandis y Anadara similis.

Por la densa ocupación del cementerio (como en el caso del perfil norte de la unidad 4) algunos entierros fueron disturbados por contextos funerarios más recientes. En la Foto 8 la fosa de un entierro (el de la capa 9 de la Fig. 13) cortó la mitad del esqueleto de otra tumba más antigua. Quedaron solamente las piernas y el brazo de la izquierda del difunto.

El patrón de las tumbas del Sector 2 (montículos) parece muy uniforme. Todas muestran „techo“ de piedras, similares ofrendas (1-2 ceramios, objetos líticos, orejeras y moluscos marinos) y casi siempre la misma orientación de sus difuntos (oeste [cabeza] – este [pies] – ver Fig. 8 y 13).

El material óseo estuvo en mal estado de conservación. En algunos casos quedaron solamente fragmentos de los huesos. Ésta situación se debe a la humedad del suelo (en tiempo de lluvia) y la acidez de la tierra. Otros huesos fueron aplastados por la presión de las capas superiores, especialmente cuando grandes piedras fueron colocados encima de los entierros. En el caso de la tumba de la Unidad 3 (Sector 2) el esqueleto fue apretado hacia el suelo estéril. Recuperamos pocos huesos enteros, entre ellos el cráneo de un individuo, que localizamos durante el último dia de trabajo en el perfil sur de la Unidad 4 (Fig. 13).
En asociación con los contextos funerarios se encontraron objetos de piedra (figurinas, porras y hachas), lascas de obsidiana, cuentas de collar, moluscos, ollas de miniatura y orejeras de cerámica, mientras caracoles terrestres fueron distribuidos encima de los entierros.

Resumen

Los contextos funerarios de los dos sectores se distinguen en varios aspectos. En las unidades del sector 1, que es un área plana, definimos hasta tres diferentes prácticas funerarias: Entierros simples en fosas ovaladas, entierros en asociación con piedras grandes y urnas funerarias, que contenían huesos quemados. Por otro lado, en el área de los calpules (Sector 2) detectamos exclusivamente tumbas con „techo“ de piedras, es decir tumbas más elaboradas. En este caso la orientación de los entierros siguió un mismo patrón (este-oeste).

El tipo de ofrendas no se distinguió mucho entre los diferentes tipos de contextos funerarios. Se encontraron hasta 2 ó 3 vasijas, material lítico, moluscos marinos y otros objetos asociados a los entierros. Tumbas muy elaboradas (S 2 – U 3) y urnas de gran tamaño (S 1 – U 2) contenían objetos más finos, como p.e una vasija escultórica y una porra (Fig. 9 + 10) ó ceramios polícromos (Fig. 5 + 6) y cuentas de collar. Ésta situación nos indican diferentes rangos sociales. Probablemente esta tumbas pertenecían a personas importantes, como p.e. guerreros ó caciques.

Los entrevistados por los cronistas españoles también se referían a diferentes maneras de sepulturas: Los entierros primarios directos y las sepulturas indirectas en urnas después de haberse quemado el cuerpo. Según el cronista Fernandez de Oviedo los huesos quemados de un cacique ó señor fueron depositados con algunos objetos personales en una urna (en Esgueva 1996: 201), pero es conocido que no todos los entierros secundarios pertenecían a personas de alto rango. Más bién, parece que algunas urnas contenían los huesos quemados de niños, como en el caso documentado de la Unidad 1 (Perfil Sur). Gorin y Rigat, quienes excavaron un sitio tardío cerca de Juigalpa (Chontales), también detectaron varias urnas con entierros de niños (Gorin 1989; Gorin/Rigat 1987), pero no se puede generalizar estos casos. Entierros directos y en forma secundaria (urnas) parecen haber coexistido durante los períodos Polícromo Medio y Tardío.
En el caso de El Tamarindo las diferentes prácticas funerarias podrian ser resultados de varias ocupaciones del sitio, pero tambíen podrían ser atribuídas a costumbres funerarias de diferentes grupos sociales ó étnicos. Hay que profundizar estos estudios en el futuro.

3) La cultura material en El Tamarindo

a) La cerámica (cronología relativa)

Falta todavía el estudio preciso del material cerámico encontrado durante las excavaciones en El Tamarindo, lo que está previsto para una futura temporada. Las estadisticas preliminares, hechas durante el trabajo de gabinete, nos brindaron una valiosa información sobre la distribución de diferentes tipos de cerámica.

Cerámica temprana (Polícromo Temprano ó Período Bagaces – 300-800 D.C.)

En primer lugar comprobamos que en las capas inferiores de todas las unidades excavadas aparecen mayormente fragmentos diagnósticos de cerámica con incisiones (Foto 13) y pintura negativa (Foto 14). Probablemente se trata de estilos locales (y regionales) tempranos, que fueron producidos durante el período Bagaces (300-800 D.C.) ó Polícromo Temprano, al igual como algunos fragmentos encontrados de los estilos Chavez Blanco sobre Rojo y Cacaulí Rojo sobre Naranja. El último es el tipo decorado más común en el norte y centro de Nicaragua. Otros tiestos típicos de las capas inferiores pertenecen a vasijas de color naranja muy púlidas, que de vez en cuando muestran lineas incisas finas. Posiblemente se trata de ceramios del estilo Las Segovias Naranja, otro tipo utilitario común para el norte. Algunas vasijas de este estilo fueron encontradas en el sitio Guiligüisca en la zona de Condega (ver p.e. Espinoza et al. 1996: 84-86). Mayormente se trata de cuencos con 3 ó 4 soportes, que muestran lineas incisas sobre el borde, preferentemente en forma de triángulos. Espinoza et al. (1994: 171) definieron un estilo „Inciso sobre el borde“ para El Tamarindo, obviamente emparentado con la cerámica Las Segovias Naranja.

La cerámica negativa se encuentra muy púlida y de diferentes tonos de color. Mayormente los motivos „negativos“ son más claros que la pasta original. Resaltan lineas rectas ó onduladas y diseños reticulados. A veces se observa una decoración incisa asociado a este tipo. Las lineas onduladas, que parten de los bordes y la decoración incisa, que está restringida a los bordes, hacen suponer que se trata de cerámica del estilo San Antonio Negativo (ver Espinoza et al. 1996: 82-83).

Otros fragmentos de cerámica temprana de El Tamarindo muestran pintura pardo rojizo sobre naranja, típica para las capas inferiores. Se encuentran también tiestos con bandas y tiras aplicadas, así como decoraciones impresas y punteadas.

Cerámica tardía (Polícromo Medio ó Período Sapoá – 800-1350 D.C.)

En las capas superiores de las unidades de excavación (capas con una fuerte concentración de piedras y basura), abunda la cerámica polícroma. La mayoría de los fragmentos polícromos encontrados pertenece a los estilos Papagayo y Vallejo Polícromo (diferentes variedades), pero se reportan también tiestos de Pataky y Madeira Polícromo. Otros ceramios parecen haber sido importados, como evidencian pocos fragmentos de vasijas Ulúa y Babilonia Polícromo (ver también Espinoza et al. 1994: 168,172).
La cerámica Vallejo Polícromo destaca por su pintura post-cocción, la cual puede desaparecer al lavarla. Entre otros los ceramistas utilizaban el color azul para la decoración de los tiestos. Estos lucen bien alisados pero no pulidos. Identificamos varios soportes de cuencos que muestran caras antropomorfas. Estos pertenecen a la variedad Mombacho (Foto 15). Otros fragmentos de cerámica son de las variedades Lazo y Vallejo.

El estilo Vallejo Polícromo muestra variedades con lineas incisas finas. Éstos pertenecen a los tipos Vallejo y Mombacho (ver p.e. McCafferty/Steinbrenner 2005: 133, Fig. 2: l). Los tiestos encontrados en El Tamarindo están decorados con imágenes de monstruos, armas y escudos, supuestamente escenas de combates.

Dentro de una urna grande se encontró un cuenco de la variedad Lazo (Vallejo Polícromo)(Fig. 6), asociado a una jarra Papagayo Polícromo y una pequeña olla con aplicaciones en forma de bandas verticales. El cuenco muestra una banda roja en el borde, un engobe blanco y una decoración geométrica (negra) en el hombro de la vasija (Fig. 6).

El estilo Papagayo polícromo está representado por fragmentos de cerámica de las variedades Mandador, Culebra, Fonseca, Cervantes y Casares. La variedad de la jarra encontrada en la urna de la Unidad 2 (Fig. 5) no se ha podido identificar. Otra vasija del estilo Papagayo Polícromo (Variedad Culebra), encontrada en El Tamarindo, está en posesión del Sr. Pablo Rodriguez (Foto 16).

En las capas superiores de la unidad aparecían también tiestos de cerámica incisa, pero comparando con los contextos más antiguos, en menor cantidad. Destacan fragmentos del estilo Castillo Esgrafiado con lineas incisas finas, las cuales muestran lineas horizontales y motivos en forma de media luna.

El tipo Estriado también está presente. No presenta engobe ni decoración, exceptuando las huellas ejecutadas con algún tipo de brocha ó otra herramienta. Tiene muchas similtudes con el tipo Sacasa Estriado del Istmo de Rivas.

En las capas superiores la cerámica con aplicaciones, decoración impresa y punteada aparece en mayor cantidad. Hay que mencionar también los estilos monocromos identificados por Espinoza et al. (1993, 1994) para El Tamarindo. Definieron tipos como „Engobe rojo pasta porosa“, „Engobe naranja pasta fina“, „Negro pasta compacta“ y „Negro pasta suave“.

El análisis preliminar de la cerámica (falta todavía un estudio minucioso) nos indica un mínimo de dos ocupaciones bién definidos en el sitio El Tamarindo. En las capas inferiores se encontraron estilos locales y regionales del Polícromo Temprano (ó Bagaces – 300-800 D.C.), mientras en las capas superiores aparecen bastante tiestos polícromos del Polícromo Medio (ó Sapoá – 800-1350 D.C.). Por la presencia del tipo Vallejo Polícromo y otros estilos (p.e. el Castillo Esgrafiado) se puede pensar en una ocupación más reciente, es decir del Polícromo Tardío (ó Ometepe – 1350-1550 D.C.), pero la aparición de los estilos Vallejo y Papagayo Polícromo en los mismos contextos estratigráficos hace suponer que son contemporáneos. Los resultados y fechados absolutos de McCafferty/Steinbrenner (2005) para el sitio Santa Isabel en la zona del lago Nicaragua confirman nuestra hipótesis. Los arqueólogos detectaron el estilo Vallejo Polícromo en contextos que datan entre 890-1280 D.C.. Para Espinoza et al. (1993, 1994) los estilos Papagayo y Vallejo Polícromo eran supuestamente indicadores cronológicos para las fases Sapoá (Papagayo Polícromo) y Ometepe (Vallejo Polícromo). Según McCafferty/Steinbrenner (2005) no hay pruebas (fechados absolutos) para esta hipótesis. Más bién, los resultados de su proyecto con una docena de fechas de radiocarbono sitúan la cerámica Vallejo Polícromo en la fase Sapoá ó Polícromo Medio (800-1350 D.C.), al igual que el tipo Papagayo Polícromo. En El Tamarindo los dos estilos no solamente aparecen en los mismos contextos estratigráficos, sino también en un mismo contexto funerario (la urna del perfil sur – unidad 2 – ver Foto 5 y Fig. 5-6), lo que confirma nuestra suposición sobre su contemporaneidad.

Por otra parte, se ha observado que la mayoría de los tipos encontrados en El Tamarindo reflejan tradiciones locales y regionales (p.e Tamarindo Negativo y Tamarindo Inciso). Cerámicas monocromas demuestran muchas similtudes, en cuanto a formas (y pasta), con cerámicas de la zona de Somoto, Estelí y Condega (ver p.e. Espinoza et al. 1996). Otros tipos sugieren un intercambio con zonas alejadas, como p.e. fragmentos de cerámica del Valle de Ulúa de Honduras (p.e. Ulúa y Babilonia Polícromo).
Por último, queremos mencionar otros objetos hechos de barro, como dos figurinas de barro crudo (un mamífero y un ser antropomorfo), dos ruecas de tejer (con decoración), pulidores de forma redonda (para pulir la superficie de la cerámica), orejeras, cuentas de collar y ollas de miniatura.

3 b) El material lítico

Durante sus investigaciones en El Tamarindo en el año 1990 Espinoza y colegas reportaron poco material lítico („La lítica fue siempre escasa y no apareció ningún implemento entero“ – Espinoza et al. 1994: 168). Esta opinión no compartímos, ya que en el trabajo de prospección encontramos una gran cantidad de objetos líticos (más de 500 objetos), entre otros puntas de proyectil ó de lanza, figurinas, fragmentos de metates (Foto 12) y estelas, manos de moler y morteros. Durante las excavaciones hallamos otros 269 objetos líticos de gran tamaño. Considerando, que cada una de las 4 unidades cubría solamente un área de 9 m², la cantidad de material lítico aparece impresionante.

Estelas

Según los pobladores hace varias décadas se hallaron estelas y/o pedazos de éstas en los alrededores de los montículos. Nosotros hallamos algunos fragmentos de estelas. Por sus dimensiones hacen suponer que pertenecían a grandes ejemplares. En el pueblo de Aguas Zarcas, un sitio cercano al Tamarindo, la población guarda 5 estatuas antropomorfas de piedra, las cuales fueron encontradas en la localidad de Gurusí. Mantienen un largo de más de un metro y muestran una cara antropomorfa y los brazos. Durante nuestra prospección encontramos la parte superior de una estela antropomorfa con su cara bastante erosionada (Largo: 40 cm; Ancho: 25 cm).
Las estatuas probablemente fueron colocados encima de los calpules como señal del lugar de enterramiento. Es posible que se trataba de retratos de caciques importantes ó guerreros fallecidos. También podría ser que fueron las representaciones de deidades prehispánicas (ver van Broeckhoven 2002: 111).

Metates y manos de moler

Durante las excavaciones se registraron 33 pedazos de metates y 75 manos de moler. Los metates muestran varios soportes con una altura máxima de 8-9 cm. De vez en cuando están decorados con una cara antropomorfa. En la casa de la Señora Martina (El Tamarindo) se encuentra un metate completo (con su mano), procedente del sitio arqueológico. Tiene un largo de 95 cm y una altura máxima de 22 cm. En la parte frontal muestra una cara humana. La señora sigue utilizando el metate para hacer sus tortillas. Las manos de moler, hallados durante el trabajo de campo, tienen un largo máximo de 35 cm y un díametro de hasta 11 cm.

Morteros

Se encontraron 10 morteros durante las excavaciones. El más grande tiene un diámetro total de 30 cm (Altura máxima: 23 cm), mientras el diámetro de su cavidad está de 18 cm. Normalmente son más pequeños (Diámetro total: 8-20 cm; Diámetro de la cavidad: 6-15 cm) (Foto 11).

Figurinas

Las figurinas son muy típicas para El Tamarindo. En total recuperamos 22 figurinas durante nuestro trabajo de campo. Muestran una altura entre 6-18 cm, un ancho de 4-10 cm y un grosor de 2- 5cm. Están dotadas con una cabeza y un torso grande, pero sus piernas salen muy pequeñas en relación con el resto del cuerpo (Fig. 14). No tienen brazos y solamente en pocas ocasiones muestran ojos y una boca (Fig. 14 + 15).

Un hallazgo interesante proviene de la Unidad 3. Se trata de una figurina ornitomorfa de marmól blanco. Tiene una altura de aprox. 6 cm, un ancho de 3,5 cm y un grosor de 3, 0 cm. Muestra una cara y apéndices aliformes. La presencia de fragmentos de cerámica de los tipos Ulúa y Babilonia Polícromo y el hallazgo de esta figurina de marmól pueden ser evidencias de una red de interacción con la región Ulúa de Honduras. Además nos puede dar una idea de la antiguedad de los contextos arqueológicos, así que las vasijas de marmól tipo Ulúa fueron fechados entre 600-900 D.C. ( ver Espinoza et al. 1996: 107; Fletcher 1994: 111; Gorin 1989: 638).

Porras

Tres porras, todas dañadas, hallamos en la Unidad 3. En un caso la porra (Fig. 10) se encontró en un contexto bién definido. Formó parte del ajuar funerario de una tumba y fue depositada encima del „techo“ de un entierro. No sabemos que función tenían estas porras redondas. Talvez sirvieron como arma de un guerrero ó para fines agrícolas (para romper los terrones en los campos de cultivo).

Otros objetos liticos

Además de los objetos ya presentados se encontraron otros artefactos líticos durante los trabajos de prospección y excavacion. Se trata de hachas de diferentes materias primas asi como puntas de proyectil y/o de lanzas (Foto 10). Falta todavía estudiarlas con detalle.

Obsidiana

En todos los contextos estratigráficos se registraron lascas y núcleos de obsidiana, pero no hemos podido identificar un objeto elaborado de esta materia prima. Puede ser que la mayoría de la obsidiana, si no toda, procede de Güinope, en el este de Honduras, ya que no se han reportado canteras de obsidiana en el norte de Nicaragua. La obsidiana importada evidencia una vez más (ver cerámica y figurina de marmól) la interacción intensiva entre el norte de Nicaragua y la zona maya-sur durante los períodos Polícromo Medio y Tardío.

Jade

No reportamos objetos de jade, pero según la declaración del Sr. Pablo Rodriguez se han encontrado amuletos y cuentas de collar hechos de jade en contextos funerarios de El Tamarindo.

c) Metal

Durante el trabajo de campo no encontramos ningún objeto de metal. Para una cultura relativamente tardía y avanzada es extraordinaria, pero explica también la gran cantidad de artefactos líticos, de los cuales muchos sirvieron como herramientas para la gente del Tamarindo. El Sr. Pablo Rodriguez nos enseño un solo objeto de metal, un pequeño cascabel de cobre. Probablemente fue importado, ya que no hay indicios para una producción de metales.

3 d) Restos orgánicos

Los restos orgánicos no fueron recolectados sistemáticamente, pero se propone de hacerlo durante una próxima temporada. Por el mal estado de conservación, mayormente a causa de factores climáticos (mucha humedad), no hemos podido recuperar restos botánicos. Recogimos muestras de carbón para los fechados absolutos.

Además del material óseo humano, que provino de los contextos funerarios, identificamos algunos huesos de mamíferos. Se hallaron una mandíbula, huesos largos y varios astas de venado (Odocoileus virginianus). En un caso (S 2 – U 3 – N 3-4) llegamos a encontrar el pedazo de un hueso trabajado (con representación de una cara).

En varias unidades hemos podido identificar vertebras de pescado y quelas de crustáceos, sin poder especificar las especies.
La mayor información obtuvimos del material malacológico. Se encontraron bivalvos marinos y de agua dulce, así como gasterópodos marinos y caracoles terrestres. Los bivalvos marinos identificados pertenecen a las especies Macoma grandis, Tellina sp., Anadara similis y Cyclinella sp. Todas estas especies, excepto Tellina sp., fueron encontrados en contextos funerarios. Un ejemplar de Cyclinella sp. cubrió el pelvis de un difunto (Foto 9). Dos tipos de gasterópodos aparecían durante las excavaciones. Probablemente los caracoles de las especies Oliva kaleontina y Conus sp. sirvieron como colgantes, ya que se han encontrado varios ejemplares con el ápice seccionado. Identificamos también un bivalvo de agua dulce, pero como no hay mayores datos sobre moluscos de agua dulce de Nicaragua, lo hemos definido solamente a nivel de la familia (Margaritiferidae).

Interessante fue el hallazgo de caracoles terrestres de la familia Spiraxidae. Estos especimenes fueron encontrados encima de algunos contextos funerarios. Podemos suponer que su presencia estuvo vinculada con algún rito asociado a las prácticas funerarias de la gente de Tamarindo.